lunes, 11 de febrero de 2013

les misérables (los miserables)



Un musical. El género vio terminar su época dorada en el cine hacia finales de los 50, cuando la idea del cine sonoro ya estaba tan incorporada a los espectadores que no existía necesidad de recordarles constantemente que sus personajes ahora hablaban y la competencia con la televisión hacía que los presupuestos debieran cuidarse en exceso. Los musicales quedaron en el imaginario del cinéfilo relegados eternamente a los teatros de Broadway y a las películas animadas para niños, y son contadas las excepciones de grandes musicales que quedan impresos en la retina en los últimos 50 años: All That Jazz (Fosse, 1979), Fame (Parker, 1980), Moulin Rouge! (Luhrmann, 2001) o Chicago (Marshall, 2002) entre otras. Con Les Misérables, Tom Hooper (The King´s Speech, 2010) se propone elevar al género a su versión más elevada, épica incluso, y lo consigue.

Les Misérables narra la historia de Jean Valjean (Hugh Jackman) a lo largo de unos quince años. Valjean, luego de ser perdonado por un obispo al intentar robarle la platería, viola los términos de su libertad condicional e inicia el camino de redención de su alma bajo una identidad falsa. Perseguido por su captor, Javert (Russell Crowe), Valjean encuentra en la moribunda Fantine (Anne Hathaway), una trabajadora de fábrica devenida en prostituta, la posibilidad de una compasión que lo acerque más a su objetivo, al intentar reencontrarla con su hija, Cosette (Isabelle Allen/Amanda Seyfried). En el trasfondo, la monarquía francesa empieza a sentir  empujes de la rebelión republicana.

El guión está adaptado no directamente del material original de Victor Hugo, sino del guión de la obra musical de Boublil y Schönberg. Hooper se enfrenta al interesante desafío de trasladar el que es uno de los musicales más vigentes del teatro desde su estreno a mediados de los 80, y convertirlo en hecho fílmico. A la tentación simplista del "teatro filmado", Hooper responde con una elección radicalmente opuesta: la del hiperrealismo. La cámara de Hooper se mueve frenética, en mano, capturando a sus personajes desde la cercanía. En Les Misérables, aun a pesar de la impresionante dirección de arte en la reconstrucción histórica, el plano que predomina es el cerrado. Por sobre impactantes planos generales (que los hay), el director se aproxima todo cuanto puede a sus intérpretes, puesto que entiende que esta es una película no sobre la Francia del siglo XIX, sino sobre el alma humana y su salvación. Al frenetismo entonces se suma la cercanía, el encuadre se transforma en la expresión del alma del personaje, del lugar en donde está o cree estar. De esta forma la cámara en mano persigue a Valjean, tiembla insegura y se mueve a su alrededor hasta casi rozarlo, mientras que a Javert se lo toma desde la distancia, en planos más abiertos y fijos, mirando a Paris desde la altura y en la oscuridad. La luz es, en palabras del fotógrafo Danny Cohen, la manifestación viva de Dios en el universo del film, de la posibilidad de redención, y acaricia  en consecuencia a Valjean o impacta de frente pero con suavidad el rostro de Fantine en el momento en que por primera vez se acuesta con un hombre por dinero.

El postulado del realismo determina además en Les Misérables una estrategia muy poco frecuente en las películas musicales: la interpretación en vivo. En lugar de grabar en estudio y luego reproducir mediante playback, Hooper captura el audio en vivo de los actores cantando en locación o en el estudio de filmación. La intensidad  y dramatismo agregados por esta metodología inusual compensa con creces los momentos (pocos) en los que algunos de los actores luchan contra alguna métrica o notas complejas. El elenco en su totalidad sale muy bien parado ante el desafío de imprimir emoción y credibilidad a sus personajes mientras cantan: Jackman está soberbio y Crowe, aunque lucha un poco más, encuentra en algunos momentos la conexión con su pasado musical. El elenco femenino es, sin embargo, el plato fuerte. Seyfried está a instantes de pasar por cantante profesional y Samantha Barks (Éponine), que debuta en la pantalla grande, llega con la experiencia de interpretar a ese mismo personaje en el teatro londinense. Pero es la actuación/interpretación de Hathaway la que sobresale. En el que es sin dudas el mejor plano de toda la película, Hathaway canta "I Dreamed a Dream" (la canción del trailer y una de las más recordadas del original musical) y es el alma de Fantine lo que aparece en pantalla, no otra cosa. El primerísimo primer plano se extiende durante la duración completa de la canción, sin cortes, sin montaje: una sola toma desgarradora y aun así absolutamente cercana, fiel a las intenciones del director, por la que Hathaway debería recibir automáticamente cuanto premio exista para las actrices. La reacción del espectador es inevitable, sea un escalofrío, una lágrima o un cambio de postura en la butaca, es imposible permanecer inalterado frente a lo que ocurre en pantalla, y lo hermoso es que lo que vemos es de una simpleza absoluta en términos de lenguaje cinematográfico: un rostro en primerísimo primer plano y nada más, pero la permanencia de la cámara y la intensidad de Hathaway lo transforman en un estudio del alma humana que roza lo bergmaniano.

Hooper demuestra que el musical bien realizado no está exento de vigencia en el cine actual. Brillante película.

5.0/5.0


1 comentario:

  1. me gustó saber que "En lugar de grabar en estudio y luego reproducir mediante playback, Hooper captura el audio en vivo de los actores cantando en locación o en el estudio de filmación".
    Reta las posibilidades del artista en cuanto al vivo, lo hace un poco más broadway, mas musical, real!
    sabías que el estudio les cedió nueve semanas de ensayo??? algo realmente increíble (ya que es mucho tiempo) pero mercido.
    gracias por la info gonza.

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