martes, 12 de abril de 2011

la casa muda


La figura del “unreliable narrator” (narrador no confiable) ha dotado al cine y a la literatura de algunos de sus momentos más memorables (piensen nada más en el final de Memento, uno de mis favoritos, por poner un ejemplo). Se trata, como su nombre lo expresa con claridad, del uso de un narrador cuya credibilidad se encuentra por algún motivo comprometida. La revelación de esta situación constituye (en general) el “twist ending” que permite atar los cabos que en principio parecían sueltos y redescubrir o reinterpretar la historia. Pero como su nombre también expresa con claridad, la figura necesita de un narrador para funcionar: un personaje dentro de la historia o fuera de ella, pero personaje en fin. Entonces, ¿qué ocurre cuando se busca usar el recurso, pero sustituyendo al personaje narrador, por la propia cámara? Con varios aciertos y varios errores, Gustavo Hernández propone dar respuesta a esta pregunta en La Casa Muda.
Inspirada en un crimen sin resolver en la campaña uruguaya en los años 40, La Casa Muda relata los 78 minutos durante los que Laura (Florencia Colucci) intenta escapar de las personas o presencias que habitan la casa que debía refaccionar junto con su padre. Promocionada con la línea “miedo real en tiempo real”, la película adquirió gran notoriedad tiempo antes de su estreno por haber sido filmada enteramente con una cámara de fotos y en un único gran plano secuencia de 78 minutos (más un agregado posterior a los créditos). Y quizás su principal problema se encuentra precisamente en ocuparse demasiado de la forma dejando al azar el contenido. Hay que decirlo: en sus aspectos técnicos la película brilla. El trabajo de cámara parece imposible de realizar en un set que es una casa real y no un decorado, y aún así los movimientos de cámara resultan completamente impactantes, más aún cuando consideramos que responden a la vez al suspenso que deben generar y a la necesidad de la “toma única” (entre comillas, si. No quiero acusar a nadie de mentiroso pero hay cortes, por lo menos tres. Si de hecho no los hubiera no habría necesidad de un editor como el que figura en los créditos. De todas formas la continuidad no se ve afectada en ningún momento). Es esta proeza técnica sin embargo, que pone en evidencia la imposibilidad de transformar al “narrador no confiable” en un “observador no confiable” (la cámara). La Casa Muda es sin duda una heredera de The Blair Witch Project -1999- (la escena en la que Laura sale momentáneamente de la casa no puede ser, de hecho, nada menos que un homenaje), pero a diferencia de esta película (o de las más recientes entregas de Paranormal Activity), no parte de una premisa “documental”, de filmaciones encontradas o excusas similares; es decir: la cámara de fotos no está operada por ningún personaje que permita atestiguar la veracidad de lo que ocurre en la filmación (a los efectos del film, por supuesto). Al perder al camarógrafo como participe de la escena (puesto que Laura está supuestamente sola), tenemos que aceptar que el ojo que la mira es de una entidad externa (el director) y no presente en la escena. El recurso que Hernández elige entonces para maximizar el acercamiento “real” a la acción, es el que en definitiva lo condena desde el momento en que el director elige HACER TRAMPA, mostrando cosas que en realidad no están ocurriendo así como se las muestra (Hitchcock estaría horrorizado). Cuando en el esquema tradicional del narrador no confiable, el twist es revelado y la condición de “no confiable” del narrador se pone en evidencia, el espectador se permite reconstruir lo visto y resignificarlo desde la nueva óptica. Pero si el “twist” no llega de la mano de esta figura, como en el caso de La Casa Muda, se nos priva de los elementos necesarios para reconstruir la historia, y la sensación final es de confusión y de haber sido engañados, pero sin la recompensa habitual de poder descifrar los lugares del engaño (al menos no de primera mano).
No es, de todas formas, una experiencia terrible, puesto que como película de terror, La Casa Muda funciona por momentos muy bien (con 3 ó 4 ocasiones MUY efectivas) y como experimento de forma es realmente interesante, sobre todo para un mercado como el uruguayo. Aún así, algo falta…

2.5/5.0

Gracias por leer, son un público maravilloso
Gonza