jueves, 3 de enero de 2013

life of pi (una aventura extraordinaria)



Para bien o para mal, una cosa es segura: cada vez que Ang Lee (Brokeback Mountain, Hulk) agrega un título a su filmografía, la gente habla de ello. Lee toma la posta que rechazaran directores de peso como Alfonso Cuarón, M. Night Shyamalan o Jean Pierre Jeunet, de adaptar fílmicamente la novela en teoría infilmable de Yann Martel. El resultado es una maravilla, posiblemente el film más visualmente impactante del año.

Life of Pi (inexplicablemente traducida como Una aventura extraordinaria) inicia cuando un novelista canadiense visita a Piscine Patel (Pi), un inmigrante indio, en busca de una historia para su próxima novela. Advertido de que el relato "lo hará creer en Dios", el escritor escucha fascinado el periplo del protagonista. Cuando el zoológico de la familia de Pi quiebra en India, su padre decide trasladarse a Canadá y vender allí algunos de sus animales. Pero en medio del océano, una tormenta hace naufragar el navío y deja a Pi a la deriva en un bote salvavidas, con la única compañía de Richard Parker, un tigre de bengala.

El desafío para Lee es particular tanto en forma (cómo hacer interesantes dos horas de un adolescente y un tigre en una balsa) como en contenido (de qué se tratan las dos horas del adolescente y el tigre en la balsa), y es quizás esa dificultad la que haya alejado a otros directores del proyecto. Lee sin embargo entiende que el agua es un lugar para experimentar con las formas, y haciendo uso de las mejores posibilidades del 3-D (a la par de Hugo o Avatar), convierte al agua en un personaje más de la película, la dota de vida como en otro tiempo hicieran Kurosawa o Tarkovski. Para Lee, el agua es agua, pero es también paleta de colores, espejo, lienzo, fauna, vida, y la filma como John Ford filmaba el cielo. No hay lugar a dudas de que el acercamiento de Lee a este elemento quedará como una referencia ineludible dentro del cine. El realizador, de la mano de su director de fotografía Claudio Miranda,  utiliza al agua para conferir al relato de la cuota de realismo mágico que necesita, y gana además en una experiencia visual completamente impactante.

Pero el deleite visual de Life of Pi sólo funciona en realidad si se atreve a ser algo más que imágenes bonitas, y se pone a disposición de la historia que Lee desea contar: el contenido, el otro desafío. En el fondo del relato de Pi Patel está la pregunta sobre la trascendencia; no ya la existencia de un dios en particular, algo de lo que Pi se desembaraza temprano en la película aceptando como propias todas las principales religiones y sus deidades y sin encontrar en ellas mayores contradicciones, sino la trascendencia en sí misma: ¿existe algo más allá de nuestra vida en la Tierra? ¿Hay un plan mayor o estamos sólo de paso? Lee no pretende dar respuestas tanto como plantear las preguntas y dejar abiertas ambas posibilidades, pero la clave que lo separa del cineasta del montón, es que lo hace en medios puramente visuales; así, existe una forma y una estética específica para cada una de estas dos lecturas de la vida, y queda en manos del espectador decidir por una u otra.

Cine, porque no hay otra palabra para la experiencia que plantea Lee en Life of Pi. Verla es ver CINE. Trasciende.

4.5/5.0