jueves, 3 de febrero de 2011

hereafter (más allá de la vida)


“Director-película” es un binomio indisoluble. Así como en general cualquier binomio “artista-obra” encierra una comunión muy específica, en el cine la conexión de un director con su trabajo permite no solo hacer una valoración de los logros del primer termino del binomio con respecto del segundo, sino también descifrar las claves de la película que reflejan la presencia de su director, de ESE director y no de cualquier otro. La obra nos transmite entonces a su director, no muy diferente de lo que ocurre al leer cualquier libro, y es en esa transmisión que podemos preguntarnos sobre el autor, qué quiso hacer, mostrar, cómo, de qué está hablando…quién es.

El nombre de Clint Eastwood es inmediatamente asociable al del héroe de acción, el “hombre sin nombre” de los westerns de Leone y Harry el sucio son los primeros que vienen a la mente en general y nos toma unos minutos más recordar que en sus 55 años de carrera, la última década en particular brilla mucho más por su trabajo como director que como actor. A no engañarnos de todas formas, Eastwood dirige películas desde 1971, pero es probable que el punto de inflexión que lo pasa de un director competente a un gran director sea su anti-western de 1992 Unforgiven (Los Imperdonables). De allí en más, Eastwood comienza a izar la bandera del cuestionamiento constante en su cine, preguntándose sobre su país, su historia, su pueblo, sus mitos (muchos de los cuales el mismo ayudó a crear), deconstruyendo  convenciones y creciendo reflexivamente en las mismas (si Walt Kowalski de Gran Torino no es Harry el sucio con años de reflexión en el medio, no se lo que es el crecimiento). Entonces llegamos a Hereafter y es ahí cuando nos preguntamos ¿por qué Clint Eastwood está haciendo una película sobre el más allá? ¿Qué lleva a este hombre a hacer una película sobre la vida después de la muerte?

La película inicia con la que es probablemente una de las escenas más impactantes filmadas por Eastwood: un tsunami (no se específica, pero datos posteriores permiten creer que hace referencia al tsunami del 2004) arrasa la ciudad en la que se encuentra la periodista Marie LeLay (Cécile De France). Durante la ola, Marie pierde la vida por unos minutos y recibe una visión difusa del más allá con hombres y mujeres enfrentados a una luz blanca cegadora. Al regresar, comienza a investigar todo lo que puede averiguar al respecto. La historia de Marie se cuenta paralelamente a la de George Lonegan (Matt Damon), un ex – psiquico norteamericano que puede establecer conexiones con el más allá y en Londres, Marcus, un niño que pierde a su hermano en un accidente trágico. Eastwood se toma entonces el tiempo que necesita para narrar la vida de estos tres personajes y confrontarlos a las preguntas de su propia mortalidad. Las cuestiones son las usuales, y las respuestas “populares” aparecen también, satirizadas particularmente en los “expertos” en el tema que consulta Marcus. Es en la imagen fílmica del más allá, visión que el director utiliza recurrentemente, que es importante detenerse y contrastar los intentos fallidos de los personajes de darle sentido a lo finito de lo corporal. Eastwood pinta un cuadro difuso, borroso, fuera de foco del más allá, que busca ser el análogo de nuestro propio conocimiento. En la repetición de esta imagen hay una toma de postura frente al conflicto planteado: no veremos en esta película las respuestas a las preguntas, no es la intención del cineasta proporcionarnos la claridad para comprender un fenómeno que es incomprensible, que nos queda grande. Los tres personajes, que de alguna manera alcanzan comprensión (quizás sea más correcto decir “conocimiento”) del asunto se ven así mismo alienados, en profunda soledad al haber descubierto algo que no era para los mortales descubrir, la “maldición” a la que hace referencia Damon, magistralmente capturada en la sencillez de las escenas que lo muestran en más de una oportunidad observando por una ventana como la gente se aleja de él.

¿Por qué entonces plantear todas las preguntas a las que el filme no puede dar respuesta? Simplemente porque Eastwood invita a creer que no las necesitamos, al menos no ahora, y resulta innecesario y hasta pretencioso pretender contestarlas. Es solo cuando los protagonistas comprenden que lo esencial es conectar con la vida, con ellos mismos y con los otros en ESTE mundo, que la soledad desaparece. Con 80 años cumplidos, resulta fascinante que Eastwood pueda plantearse el conflicto de su propia mortalidad, y responder al mismo con una actitud que desprende vida por donde se la mire. El resto vendrá después…

3.5/5.0

Gracias por leer, son un público maravilloso
Gonza

1 comentario:

  1. Interesante visión, el tener un acercamiento a lo que "vendrá después", lejos de ser solo una luz al final del tunel, me parece genial poder verlo nuevamente en la panatalla desde una visión en particular donde Damon tiene un cambio de visión apostando a la vida.

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