miércoles, 20 de junio de 2012

prometheus (prometeo)


El cine de ciencia ficción tiene mucho que agradecerle a Sir Ridley Scott. MUCHO. Y aunque el sci-fi no abunda en su contundente filmografía, tanto Alien (1979) como su adaptación de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? en Blade Runner (1982) son piezas fundamentales y clásicos indiscutidos del género. En el 2012, más de treinta años después, Scott decide regresar al universo con el que cosechó su primer gran éxito.

"Prometheus comparte el ADN de Alien" citan varias entrevistas con sus creadores, y es una expresión que puede resultar un arma de doble filo, si se tiene en cuenta que Prometheus de hecho replica prácticamente en su totalidad la estructura de Alien. Con otros personajes y otros nombres (Prometeo por Nostromo, Shaw por Ripley, David por Ash...), la estructura en actos del film es prácticamente una réplica del original de 1979 desde la llegada al planeta desconocido hasta el climático enfrentamiento entre la protagonista femenina y...bueno, vean la película. Donde esta precuela se despega por completo de Alien, a veces acertadamente y otras no tanto, es en su alcance filosófico y trascendental. El guión de Lindelof y Spaihts es ambicioso y provocador, pero lejos de perfecto, falla con claridad en algunos aspectos, y en otros resulta complejo de asimilar.

Los tripulantes de la nave Prometeo se adentran en el planeta LV-223 esperando encontrar el origen de la vida humana en la Tierra, luego de que los científicos Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Grenn) identifiquen en repetidas pinturas rupestres la presencia de unos seres humanoides, (los "Ingenieros", nuestros posibles creadores), indicando un sistema planetario específico en el cielo. Lo que descubren sin embargo, es que nuestros ancestros tienen en mente regresar a la Tierra para destruir la vida en la misma. 

La ciencia ficción tiene su lugar en el podio junto a la filosofía y la religión a la hora de hacerse las preguntas trascendentales de la especie humana: ¿quiénes somos? ¿de donde venimos? ¿qué nos hace lo que somos? ¿qué es el alma? ¿somos parte de un gran plan o solo una cadena evolutiva?, son solo algunas de ellas, y Prometheus no tiene miedo de planteárselas y de ser chocante al responderlas. Quizás el problema mayor sea el de tratar de abarcar demasiado en la duración de una sola película, aunque se deje abierto el planteo para posteriores entregas (Lindelof se planteó todas estas preguntas a lo largo de seis años en LOST). Todo el film está cargado de profundo simbolismo, de forma explícita pero también con contenidos subyacentes que surgen luego del visionado del film, y que hacen inminente al menos, verlo por segunda vez para captar en su totalidad el espectro de los temas propuestos en mejor medida. Imágenes de la tradición judeocristiana, la grecorromana cargan a Prometheus de intencionalidad a la hora de interpretar el rol de los Ingenieros en la historia de la humanidad, desde la concepción de Elizabeth (Isabel), una mujer estéril que descubre estar con tres meses de embarazo (¿suena familiar?), hasta la sugerencia de un Cristo extraterrestre, cuya crucifixión (presente como una constante en el film) habría hecho cambiar la opinión de los Ingenieros hace "aproximadamente 2000 años" al respecto de su obra. El inconveniente de este grado de planteos y de simbolismo es, como planteaba más arriba, que parece necesitar de más tiempo para desarrollarse, convirtiendo al film más en una preparación para lo que viene, un set up, que en una película completa y redonda en sí misma.

Otro aspecto en el que Prometheus falla en comparación con las entregas originales de Alien es el la conformación de una tripulación (cast) por la que el espectador pueda desarrollar afecto. Quizás diecisiete tripulantes sean demasiados en comparación con los siete (bueno, ocho) del Nostromo. No existe desarrollo posible para tanta gente mientras se hace avanzar una historia con estos grados de complejidad, y se cae tristemente en el absurdo con algunos de sus personajes (¿por qué motivo los dos científicos que huyen de vuelta hacia la nave asustados por un cadaver se pondrían luego a acariciar una larva-serpiente-alien?). Quienes que se salvan, en gran medida gracias a la fuerza de sus interpretes, son el robot David (un brillante Michael Fassbender robándose cada una de sus escenas) y la versión Prometheus de Ripley, la doctora Shaw, que sin llegar a los niveles de Sigourney Weaver, brilla con luz propia en los momentos más exigentes para su personaje.

Donde Prometheus se luce a niveles que exceden las expectativas es en la ejecución de Scott: Prometheus es, sin miedo a exagerar, un verdadero banquete visual, que hace un uso magistral de las posibilidades que brinda el 3-D (y suelo ser bastante contrario a este formato). La secuencia inicial no tiene nada que envidiarle a films de la talla de Baraka (Ron Fricke, 1992) y de ahí en más, Scott da una clase de estética en el cine de la que muchos deberían aprender en la que se permite contraponer los retratos más hermosos de un planeta, con el gore más visceral en una inolvidable escena que quita el aliento y que involucra a una desesperada Shaw encerrada en una cápsula médica. No existe pantalla verde ni computadora que puedan competir con la contundencia y sensación de realidad de un set bien construido (George Lucas debería tomar nota), y menos aún cuando están diseñados por el gran H.R. Giger. Visualmente, Prometheus es probablemente uno de los films más relevantes de los últimos tiempos y el tiempo determinará el lugar que le corresponda en la historia del cine, que en opinión de quien firma, bien se sostiene al lado de los grandes.

Aunque fallida en algunos aspectos, Prometheus entretiene y sobre todo, cuestiona, provoca y reflexiona. 

3.5/5.0

Gracias por leer, son un público maravilloso
Gonza

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