martes, 18 de junio de 2013

a good day to die hard (duro de matar: un buen día para morir)


Hubo una época (los ochenta...hermosos ochenta) en la que John McClane era el tipo que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. La sencillez, lo "callejero" de un héroe como McClane se tomaban de la mano con set ups sencillos (un edificio, un aeropuerto) que permitían a Willis hacer gala de ese encanto tosco que poblaba sus interpretaciones hace no tantos años. ¿Cómo llegamos de eso a un John McClane luchando contra terroristas rusos en medio de la central de Chernobyl?

La respuesta es sencilla: John McClane (Bruce Willis), eterno oficial de la policía de Nueva York se traslada a Moscú para intentar ayudar a su hijo Jack (Jai Courtney) al borde de una sentencia por asesinato. McClane rápidamente descubre que su hijo es en realidad un agente encubierto de la CIA encargado de extraer un prisionero poseedor de importante información (literalmente "un archivo") y deberá ayudar a ponerlo a resguardo de un grupo de terroristas locales mientras reconstruyen su relación.

La premisa, que de por sí parece (cuando menos) ajena a la "mitología" de la serie de Die Hard, comienza a desmoronarse ante la falta de ideas del director John Moore (Max Payne, The Omen), que parece extender secuencias en el tiempo del relato que se agotan mucho antes de lo que él cree. De la misma forma en que un adolescente intenta "rellenar" un trabajo monográfico o una prueba escrita con páginas y páginas de intrascendencia para ahorrarse la vergüenza, Moore prolonga durante más de veinte minutos la huida de los McClane en una persecución por las calles de Moscú que se repite hasta el cansancio. La repetición se torna incluso literal, cuando vemos la camioneta de los villanos impactar unas tres veces contra otro vehículo en una decisión del director que sólo puede calificarse como el capricho infantil de usar todas las tomas con las que filmó esa caída en el montaje final.

La reiteración y la intrascendencia parecen ser la constante de los recursos del director.  Moore se empecina en construir la figura imponente de la supuesta mente maestra de los terroristas a base de planos en cámara lenta que se repiten prácticamente en cada aparición del personaje y que generan un aura de poder y omnipotencia que contrastan ciertamente con el momento ridículo en el que, sin llegar siquiera a enfrentarse una vez con los héroes de la película, se lo despacha su masajista.

Moore no parece tener idea de los elementos que hicieron de Die Hard (McTiernan, 1988) una de las mejores películas de acción de todos los tiempos. En cambio, trata su película (y el guión no ayuda) como una película más de acción genérica que se ve exactamente igual que cualquier otra protagonizada por Willis (que ya ni intenta hacer de McClane y se conforma con parecersele al menos).

"El 007 de Nueva Jersey" bromea Willis en un momento, sin darse cuenta que es precisamente ese tratamiento el que mas lo aleja de ser el personaje que alguna vez fue. La sola idea de poner a McClane combatiendo una amenaza de terroristas nucleares en Chernobyl (ciudad a la que aparentemente se llega desde Moscú en un par de horas de viaje en camioneta) es un escupitajo en la cara del hombre que escondido entre los ductos despachaba uno a uno a los terroristas liderados por Hans Gruber. Todo debe ser espectacular, todo debe estar cargado de cámaras lentas y flares. En ese mundo, no hay lugar para el encantador y tosco John McClane, sólo para el calvo Bruce Willis, que a diferencia de McClane, ya no sangra cuando atraviesa los vidrios. McClane sangraba, y por eso lo queríamos.

La "actualización" a los tiempos corrientes del género de acción no ha producido nada novedoso o interesante desde la trilogía de Bourne, y aquellas películas recientes que presentan algún interés son las que han sabido adaptar los formatos del cine de acción de los ochenta al día de hoy (Jack Reacher por ejemplo). La re-institución de los héroes de la época dorada del género no es garantía en sí misma de la calidad, como bien demuestra Moore con A Good Day To Die Hard. Dejen que John McClane se retire con algo de dignidad y no en un halo de aburrimiento, predectibilidad e intrascendencia.

Yipee Ki Yay!

1.0/5.0

4 comentarios:

  1. El problema post Bourne es que antes tenías películas de "tipo común en lugar equivocado" y las de acción "superheroe". Ahora todas tratan de recrear la fórmula super agente, que tiene su merito propio pero es ridículo que haya absorbido a la franquicia da Die Hard. El mismo problema tenía la cuarta, McClane reventaba un helicóptero con un auto y se reía como si fuera cosa de todos los días.

    ResponderEliminar
  2. Loco, las porno y duro de matar no tienen doble lectura, dejense de joder...

    ResponderEliminar
  3. el problema, rolo, es que esta NO ES una película de duro de matar

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero en ese caso la saga se desvirtua en la anterior que es exactamente igual a esta solo que en USA (y cambian el F18 por el helicoptero ruso). Si vamos al caso, muuuuuucho pero muuuuuucho peor que esta pelicula es The Last Stand que mas alla de que la accion es inverosimil la pelicula es extremadamente estupida, y de todas maneras IMDB le da un muy mal merecido 6.5. Las peliculas de tiros (como las de terror y el buen rock) dejaron de existir como tales con el cambio de milenio, es imprescindible que tipos como Richard Donner, Tony Scott o el propio McTiernan arranquen a dar clases partiuclares.

      Eliminar