miércoles, 22 de agosto de 2012

the dictator (el dictador)



Sacha Baron Cohen regresa al cine con un nuevo personaje excéntrico e internacional que viaja a los Estados Unidos. En The Dictator, Cohen interpreta al Almirante General Aladeen, dictador que rige con mano dura y totalitaria la República de Wadiya. Cuando se toma la decisión de intervenir militarmente su territorio en búsqueda de armas nucleares, Aladeen resuelve comparecer frente al concejo de las Naciones Unidas a prestar declaraciones, pero ya en Estados Unidos, es traicionado por su tío Tamir (Ben Kingsley), reemplazado con un doble y dado por muerto. Aladeen deberá entonces encontrar la forma de impedir que su reemplazo firme constitución que convertirá a Wadiya en una democracia y le permitirá a Tamir comerciar con los magnates petroleros que buscan explotar la región.

Cohen (co-autor del guión) se aleja en The Dictator de algunos de los elementos que convirtieron a films como Borat o Bruno en materia de discusión (no necesariamente por sus méritos). Al perder el aspecto documental, el director Larry Charles, colaborador habitual de Cohen, se enfrenta a la tarea de hacer funcionar a su actor, efectivo especialmente frente a la improvisación y el imprevisto, dentro de un film guionado por completo y sin lugar para las habituales salidas del protagonista. El resultado es predecible: un film desparejo en el que Cohen se luce por momentos, y queda atrapado en las estructuras de un guión formal en otros.

La ausencia más grande de The Dictator es la de la verdadera provocación; ingrediente necesario para el correcto funcionamiento del humor que propone Cohen: Borat lo tenía, Bruno lo tenía, pero en el guión de The Dictator aparecen nuevas obligaciones que tamizan el factor provocador en el humor de Cohen para conjugarlo con tintes de comedia romántica que sencillamente no funcionan. No hay verdadera provocación, no hay descaro, no hay atrevimiento. En algunos contados instantes en los que el film se olvida de su necesidad de alcanzar una audiencia mayor y se le permite a Cohen un poco más de soltura, encontramos algo del humor que nos atrae de este personaje, aun en ocasiones en que se aleja de lo rotundamente chabacano: la escena en la que Aladeen y su ayudante Nadal (Jason Mantzoukas) hacen un tour de Nueva York en helicóptero junto a una pareja de ancianos turistas es hilarante, pero no hay mucho más que eso.

The Dicator es un film que se queda a medio camino entre la comedia romántica y el humor políticamente incorrecto. Un film "tibio" cuando más, con alguna risita esporádica pero carente de magia.

2.0/5.0

Gonza

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